Pío XII y los judíos

Durante el siglo XX Dios fue extraordinariamente generoso con la Iglesia, concediéndole Papas que todos, sin excep­ción, fueron hombres superiores, al punto que dos de ellos ya están en los altares y otros en camino de estarlo. Uno de esos hombres superiores fue Pío XII. A este Papa le tocó ejercer su ministerio petrino en los tiempos de la gran persecución iniciada por los nazis contra los judíos, y se la jugó, con los medios que entonces tenía a su disposición, para salvar a cuantos judíos pudo. La confirmación más contundente del éxito de la ayuda que Pío XII y la Iglesia prestaron a los judíos durante esos años aciagos fue que, al término de la Segunda Guerra Mundial, el gran rabino de Roma se convirtió al catolicismo y adoptó el nombre de Eugenio en homenaje al Papa reinante, cuyo nombre era Eugenio Pacelli.

A partir de la década de los sesenta, sin embargo, se inició una campaña formidable contra Pío XII, acusándolo de filonazista y de enemigo de los judíos. El punto de partida fue una obra de teatro escrita en Alemania llamada “El vicario”. La obra fue traducida a más de veinte idiomas, generando un torrente de artículos y libros, la mayor parte críticos contra el Papa Pío XII, polémica que todavía perdura. En la medida que fue creciendo la polémica surgió la duda de si esto respondía a un plan fríamente preparado; incluso, se dudaba si detrás de todo esto estaba el tenebroso KGB, el servicio secreto de la Rusia comunista.

La duda es hoy una certeza. Hace algunas semanas apareció un artículo publicado en un diario norteamericano, The National Review, en el que el teniente general Ion Mihai Pacepa, hombre de confianza del KGB en Rumania, ha contado la verdad de toda esta campaña anti Pío XII. El general Pacepa formó parte de la KGB hasta 1978, año en que se exilió en los Estados Uni­dos. Después de muchos años se decidió a hablar. “En febrero de 1960, -dice el general- Nikita Kruschev dio su aprobación a un plan ultra secreto para destruir la autoridad moral del Vatica­no en Europa occidental... Eugenio Pacelli, el Papa Pío XII, fue designado como la diana principal del KGB, como la encarnación del mal, porque había fallecido dos años antes. ‘Los muertos no pueden defenderse’ era el último de los eslóganes del KGB”. Según Pacepa, el KGB utilizó la estancia de Pacelli como nun­cio apostólico en la Alemania nazi como gancho para difamarlo, quería presentarlo como un antisemita que se mostró favorable al holocausto de Hitler. Para llevar a cabo tan siniestra tarea, la policía política soviética pensó que lo ideal era manipular documentos originales del Vaticano. Moscú contacto con Pacepa y le sugirió que informase a Roma de que Rumania estaba dispuesta a restablecer relaciones diplomáticas con la Santa Sede a cambio de acceder a sus archivos para así poder justificar el cambio de rumbo del gobierno de Bucarest. Así, entre 1960 y 1962 el espía envió al KGB cientos de documentos vaticanos relacionados con Pío XII, aunque no le incriminaran en absoluto. Los soviéticos utilizaron el material disponible para producir en 1963 la obra de teatro “El vicario”, de Rolf Hochhuth, por cierto, ex miembro de las juventudes hitlerianas, en la que se presenta a Pío XII caracterizado como un monstruo indiferente que no actuó ni habló como debió.

Juan Pablo II consciente de que la Iglesia no teme a la verdad, dispuso que el Archivo Secreto Vaticano fuera abierto a los investigadores en el período que interesaba a la figura de Pío XII. Es por lo que el general Pacepa concluye cínicamente, “muchos que han visto esta obra -“El vicario”- están aún convencidos de que Pío XII era una persona fría y mala, que odió a los judíos y que ayudó a Hitler a perseguirlos. La verdad sólo empezó a salir cuan­do Juan Pablo II abrió el Archivo Secreto a los investigadores”.

“La verdad tarda pero llega” es la versión popular de ese pasaje evangélico según el cual “nada hay oculto que al final no llegue a descubrirse”. La verdad sobre Pío XII ha empezado a brillar y con ella se abre la puerta para que sea otro de los grandes Papas del siglo XX en llegar a los altares.