A modo de introducción

Carlos Salinas
Hablar en la radio, asumiendo la responsabilidad de algunos de los editoriales que diariamente se emiten desde Valparaíso, junto al mar, por la radio Stella Maris del obispado de este puerto, ha sido una tarea muy grata que me ha correspondido asumir en los años recién pasados. Fueron concebidos para ser esparcidos por el aire y no pensé en ponerlos por escrito hasta que en diversos lugares y momentos me fueron sugiriendo que los publicara. Las palabras al aire se las lleva el viento y se olvi­dan con rapidez; las escritas, en cambio, permanecen, y quedan a disposición del que quiere volver a leerlas cuando lo desea. Las primeras sugerencias me halagaron, por cierto, pero pensé que eran la expresión de los buenos sentimientos de quienes me lo sugerían y de la bondad que siempre han tenido conmigo. Es por lo que esas palabras lanzadas al aire, en el aire se quedaron. Pero las renovadas sugerencias de otras buenas personas me hicieron pensar que, quizá, la puesta por escrito de estas ideas no era un simple halago y algún bien podrían hacer. Y aquí están.

Pongo a disposición de ustedes algunos de los editoriales que en estos años he leído en la radio Stella Maris. Son una muestra de los diversos temas que he ido abordando, todos ellos anima­dos siempre por el mismo espíritu: soy un convencido que nos ha tocado vivir una de las épocas más significativas del cristianismo en toda su historia; la feroz persecución que se ha batido contra él es la mejor prueba de ello, y, por lo mismo, una época estu­penda para testimoniar a tiempo y a destiempo nuestra fe en el Resucitado. Desde perspectivas diversas he querido mostrar todo el bien que la Iglesia ha hecho a la historia y a la cultura, muchas veces tendenciosamente ocultado. He querido mostrar que el bien existe, y que es mucho mayor que el mal que nos anuncian a diario las noticias. He querido mostrar que los laicos somos una fuerza inmensa capaz de cambiar la historia. He querido mostrar que para cambiarla son necesarias también las pequeñas acciones de cada día, en la medida que esas acciones son cumplimiento de lo que Dios quiere para nosotros en cada momento, porque también entre las ollas anda Dios. He querido mostrar, particu­larmente, que, sin embargo, nada podremos hacer si no somos fieles a nuestra identidad de cristianos. En fin, he querido mos­trar que para potenciar esa identidad debemos seguir el ejemplo de los santos que, en su inmensa variedad, fueron iguales en la perseverancia en la oración, en la vida de sacramentos especial­mente la Eucaristía y en la penitencia.

Los editoriales que ahora pongo a disposición de ustedes fue­ron escritos para ser leídos. Al ponerlos por escrito no he cam­biado un ápice ni de su estilo ni de sus contenidos. Quizá una coma de más; acaso una coma de menos. Algunos fueron escri­tos al calor de algunas circunstancias especiales. Otros con oca­sión de alguna lectura que he hecho. No faltan los que recogen materiales que me han enviado buenos amigos, conocedores de mis habladurías radiofónicas. Tal como fueron esparcidos por el aire son recogidos ahora por el papel, razón por la que, al no ser un trabajo erudito, no hay ni notas ni añadidos aclaratorios. Lo único que deseo es que su lectura brinde un momento de paz y de sosiego en esta vida acelerada que nos caracteriza, pero sobre todo, sean fuente de optimismo y de alegría. Si somos seguidores del Resucitado, hemos de contagiar al mundo con la alegría y el optimismo que brotan de ese hecho magnífico que da sentido a toda nuestra existencia y actividad. Si después de su lectura tan sólo se dijera un Ave María que nunca habría sido dicha sin ella, me doy por sobradamente pagado.
Carlos Salinas Araneda