El beato Papa Pío IX y Valparaíso

Juan Pablo II fue el primer Papa que vino a Chile. Pero antes, había estado en Chile y pasado por Valparaíso otro personaje que con el tiempo sería también Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Se llamaba Juan María Mastai Ferreti, que llegaría a ser el Papa Pío IX, que gobernó la Iglesia entre 1846 y 1878, esto es, 32 años, convirtiéndose en el Papa que más largo tiempo ha gobernado la Iglesia.

Su paso por Chile se produjo poco después de nuestra independencia, entre 1823 y 1825, como secretario de la primera misión diplomática que enviara la Santa Sede a Hispanoamérica, a petición de nuestras propias autoridades chilenas. El resultado de dicha misión diplomática no fue el esperado por ninguna de las dos partes, pero le sirvió al por entonces joven monseñor para conocer una parte importante de la Iglesia que Dios le encargaría gobernar y, de paso, quedar encantado con Chile y algunas de nuestras costumbres, especialmente culinarias. Por ejemplo, se aficionó al charquicán, a tal punto que, siendo Papa, cuando era visitado por chilenos, los solía recibir con esta frase: "beati chilenses qui manducant charquicanem = benditos los chilenos que comen el charquicán". También le gustaron los alfajores y cada 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, dogma que el mismo Pío IX había proclamado en 1854, disponía que a los seminaristas chilenos que estaban en el seminario Pío Latino de Roma se les prepararan alfajores. Y fue generoso con Chile al que envió no pocos regalos, entre crucifijos, cálices, altares al semina­rio de Santiago, algunas congregaciones, la catedral de Santiago, y otros.

Durante su viaje el joven monseñor Mastai Ferreti fue escri­biendo un diario, y cuando pasó por nuestro Valparaíso, dejó consignadas estas reflexiones: 
"Valparaíso dista treinta leguas de Santiago por un camino enteramente transitable, aunque nece­sitado de reparaciones en muchos lugares; este camino es todo por amenos valles y montes, los cuales llegan hasta las playas del mar.

En el pequeño espacio que separa los montes de la playa está situada Valparaíso, que consiste principalmente en una sola calle de largo de una legua. En los cerros hay casas, pero de ninguna importancia. Casi la quinta parte de las casas de Valparaíso es de los ingleses y parece que con el tiempo todo será de ellos: el comercio está en sus manos... La ciudad de Valparaíso fue casi totalmente destruida por un terremoto -continúa la descrip­ción- en noviembre de 1822... En la actualidad está enteramente construida de nuevo con edificios muy pequeños, pero alegres; la superficie de los muros, especialmente de los nuevos, está cubier­ta de tablas... El pueblo de Valparaíso está expuesto completa­mente a los vientos del norte... El puerto es muy profundo, de manera que un navío de guerra puede acercarse a tierra hasta un tiro de pistola". En fin, recuerdos de un monseñor romano que sería Papa y que nos evocan el Valparaíso de los primeros años de la República”.
El año santo de 2000 el Papa Juan Pablo II lo beatificó junto con otro Papa magnífico, Juan XXIII. De esta manera, el beato Papa Pío IX es un nuevo intercesor ante la omnipotencia de Dios para interceder por nosotros. Si Dios lo eligió para ser su vicario en la tierra, es de seguro que será un buen y poderoso intercesor en el Cielo. Y si ese intercesor, además, tuvo la suerte de conocernos de cerca y de quedar encantado con algunas de nuestras cosas, tenemos la posibilidad de acudir a él en nuestras necesidades con mayor confianza aún. Tenemos, pues, un nuevo y poderoso intercesor en el Cielo y tengamos la seguridad de que cuando acudamos a él e interceda por nosotros ante el Padre de los cielos, nos presentará como los benditos chilenos que comemos el rico charquicán.