Santos y Papas en la genealogía episcopal de los obispos de Valparaíso

El año 2003 Juan Pablo II publicó la exhortación apostólica Pastores gregis, sobre el ministerio de los obispos. En ella po­demos leer que:
…“el Señor Jesús, durante su peregrinación terrena anunció el Evangelio del Reino... y eligió entre sus discípulos a doce para que ‘estuvieran con Él'... La misión confiada por Jesús a los Apóstoles debe durar hasta el fin del mundo, ya que el Evangelio que se les encargó transmitir es la vida para la Igle­sia de todos los tiempos. Precisamente por esto los Apóstoles se preocuparon de instituir sucesores, de modo que, como dice san Ireneo, se manifestara y conservara la tradición apostólica a través de los siglos. La especial efusión del Espíritu Santo que recibieron los Apóstoles por obra de Jesús resucitado, ellos la transmitieron a sus colaboradores con el gesto de la imposición de las manos. Estos, a su vez, con el mismo gesto, la transmitieron a otros y estos últimos a otros más. De este modo, el don espiritual de los comienzos ha llegado hasta nosotros mediante la imposición de las manos, es decir, la consagración episcopal, que otorga la plenitud del sacramento del orden, el sumo sacerdocio, la totalidad del sagrado ministerio” (n. 6).
 
De lo dicho, queda claro que un obispo para serlo verdadera­mente, debe ser consagrado por otro obispo que, a su vez, haya sido consagrado válidamente por otro y así sucesivamente. Si se­guimos la cadena que se forma con las sucesivas consagraciones ésta debería llegar, en teoría, a los Apóstoles y de estos al mismo Cristo. Esto, sin embargo, en teoría porque el actual estado de la investigación sólo permite llegar hasta mediados del siglo XVI. Es lo que se llama la "genealogía episcopal”.

En Valparaíso ha habido ocho obispos diocesanos y tres obis­pos auxiliares. Pues bien, en la cadena formada por los sucesivos obispos que se encuentran en la línea genealógica de los obispos de nuestra diócesis es posible encontrar obispos que han sido santos, obispos que han sido Papas y obispos que, además de haber sido Papas han sido santos. Entre los santos tenemos a san Eugenio de Mazenod, que fue obispo de Marsella en la primera mitad del siglo XIX y fundador de la congregación de los misio­neros oblatos de María Inmaculada, congregación presente en estos momentos en nuestra patria. Entre los Papas tenemos, sólo para contar a los que lo han sido en el siglo XX y por lo tanto son más próximos a nosotros, a Benedicto XV, Pío XII, Paulo VI y Juan Pablo II. Y entre los Papas que han sido santos, se encuentra san Pío X que reinó entre 1903 y 1914.

Pero hay más, porque en una reciente catequesis, el Papa Be­nedicto XVI ha enseñado que esta “cadena de servicio prosigue hasta hoy y proseguirá hasta el fin del mundo... Más allá de la experiencia del contacto personal con Cristo, experiencia única e irrepetible, los Apóstoles transmitieron a sus sucesores el envío solemne al mundo que recibieron del Maestro... Así, aunque de manera diversa a la de los Apóstoles, también nosotros tenemos una verdadera experiencia personal de la presencia del Señor re­sucitado. A través del ministerio apostólico, Cristo mismo llega así a quienes son llamados a la fe. La distancia de los siglos se su­pera y el resucitado se presenta vivo y operante entre nosotros, en el hoy de la Iglesia y del mundo. Esta es nuestra gran alegría”.

Tarea nuestra es pedir permanentemente a Dios que conceda obispos santos a su Iglesia, que nos muestren el rostro de Cristo actuando hoy en la Iglesia y en el mundo y que sepan entusias­marnos con el seguimiento de Jesús, para que la Iglesia pueda cumplir su tarea en los difíciles momentos que vive nuestra hu­manidad, tarea que no es otra que hacer que las almas tengan vida y la tengan en abundancia.