Estamos en el mes de junio, el corazón del año y también el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, cuya fiesta vamos a celebrar el próximo viernes 1 de julio. Se trata de una devoción que es expresión del amor sin medida que el Corazón de Cristo tiene por los hombres, los que, a pesar de los continuos desprecios que le dirigen, siguen siendo su predilección. Si bien esta devoción ya es centenaria, no ha perdido un ápice de su actualidad, más aún, es de una actualidad asombrosa y urgente, particularmente por las promesas que Jesús ha hecho a quienes se dirijan a El con particular afecto y devoción. Basta con repasar dichas promesas para que nos demos cuenta de su actualidad: “Les daré todas las gracias necesarias en su estado”. En una época histórica en que el catolicismo es asaltado por todos lados, desde afuera y desde adentro, no es fácil permanecer en la brecha. Es cosa de ver las estadísticas que nos vienen de los países llamados a sí mismos civilizados: en 2010 un número record de fieles dejó la Iglesia en Austria, casi 88.000 fieles, que se suman a los miles que ya lo habían hecho en los años anteriores. ¡Cuánta necesidad tenemos de esas gracias! Porque también ha prometido a quienes se dirijan a él con devoción que “Las almas tibias se harán fervorosas” y “Las almas fervorosas se alzarán rápidamente a la más alta perfección ’. ¡Cuánta necesidad tenemos hoy de estas gracias!
“Daré paz a las familias”, es otra de las promesas que tiene más actualidad que nunca en nuestra patria, ahora que, ya vigente el divorcio, el número de estos se está disparando, promesa que hay que unir a esta otra: “Bendeciré las casas y sitios en el que la imagen de mi corazón sea venerada. Y más aún, “Derramaré abundantes bendiciones sobre todo lo que emprendan, o sea, en el trabajo, en los estudios y en todo aquello que, cualquiera sea nuestro estado de vida, tengamos que emprender.
“Les consolaré en todas sus penas” y “Seré su refugio seguro durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte ’. Y es aquí donde se sitúa la gran promesa del Corazón del Señor; estas son sus palabras: “Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi corazón, que mi amor todopoderoso concederá a cuantos comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; que no morirán en mi desgracia ni sin recibir los sacramentos, al menos los que les sean necesarios para recuperar la gracia perdida, sirviéndoles mi corazón de asilo seguro en aquella hora postrera. Este año, la fiesta del Sagrado Corazón cae en el primer día del mes de julio que, precisamente, es día viernes. Una ocasión preciosa para que inicie este novenario de meses, a efectos de que usted se vea, cuando le llegue la hora que a todos en algún momento nos llegará, favorecido por esta gran promesa que no sólo lo llenará de consuelo, sino que le abrirá las puertas del paraíso.
Reposan en Valparaíso, en la cripta de la iglesia de los Padres Franceses, los restos de un gran apóstol del Sagrado Corazón, el padre Mateo Crawley. Fue durante muchos años del siglo pasado un misionero incansable de su devoción, para lo cual recibió el apoyo expreso de los Papas que le animaron repetidamente a seguir difundiendo esta devoción, conscientes los Papas de la actualidad y de la necesidad de la misma para la vida de la Iglesia y de cada uno de los fieles. Resulta consolador pensar que el nombre de ese gran misionero está escrito en el Corazón de Cristo, porque si sus promesas todavía fueran pocas, también prometió que “Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y no será borrado jamás\ ¿Quiere usted que su nombre también esté escrito allí? No tiene más que decidirse a seguir de cerca a este Corazón, pues, con su propia vida, se convertirá en su misionero.