Cómo legalizar el aborto

El 21 de febrero de este año 2011 falleció el doctor Bernard Nathanson, quien fuera llamado en su tiempo el rey del aborto, por haber sido el causante directo de 75.000 abortos. Pero llegó un momento en que, como hombre inteligente que era, se dio cuenta que la vida humana empezaba desde la con­cepción, no por fe sino por evidencia científica, y se convirtió en uno de los más ardorosos defensores pro-vida. En una carta abierta, escrita en 1992, dio cuenta de los métodos que utilizan los pro-abortistas para empezar a crear un ambiente general de aceptación del aborto hasta terminar por implantarlo por ley. En momentos en que en nuestra patria estamos asistiendo a una creciente campaña pro-aborto, resultan aleccionadoras sus decla­raciones porque ellas se están repitiendo en Chile. No es una simple casualidad, sino que corresponden a una planificación fríamente calculada.

Así describe Nathanson los primeros pasos de la campaña: “Nuestro primer gran logro fue hacernos con los medios de co­municación; les convencimos de que la causa pro-aborto favore­cía un avanzado liberalismo y, sabiendo que en encuestas veraces seríamos derrotados, falsificamos los resultados con encuestas inventadas y las publicamos en los medios. Según ellas, el 60% de los norteamericanos era favorable a la implantación de leyes permisivas de aborto. Fue la táctica de exaltar la propia mentira y así conseguimos un apoyo suficiente, basado en números falsos sobre los abortos ilegales que se producían anualmente en Esta­dos Unidos. Esa cifra era de 100.000 aproximadamente, pero la que reiteradamente dimos a los medios de comunicación fue de un millón. Y una mentira lo suficientemente reiterada, la opi­nión pública la hace verdad. El número de mujeres que morían anualmente por abortos ilegales oscilaba entre 200 y 250, pero la cifra que continuamente repetían los medios era 10.000 y, a pesar de su falsedad, fue admitida por muchos norteamericanos convenciéndoles de la necesidad de cambiar las leyes”.

La segunda táctica fue jugar la carta del anticatolicismo. Así lo explica Nathanson: “vilipendiamos sistemáticamente a la Iglesia católica, calificando sus ideas sociales de retrógradas; y atribuimos a su jerarquía el papel del malvado’ principal entre los opositores al aborto. Lo resaltamos incesantemente. Los medios reiteraban que la oposición al aborto procedía de dichas jerarquías, no del pueblo católico y, una vez más, falsas encuestas probaban que la mayoría de los católicos deseaban la reforma de las leyes antiaborto... el hecho de que grupos cristianos no católicos, y aún ateos, se declarasen pro-vida, fue sistemáticamente silenciado”.

“La tercera táctica fundamental fue denigrar o ignorar cual­quier evidencia científica de que la vida comienza con la concep­ción... Un típico argumento pro-aborto es aducir la imposibili­dad de definir cuándo comienza el principio de la vida, afirmando que ello es un problema teológico o filosófico, no científico”. Pero el mismo Nathanson afirma que “la fetología demuestra la evidencia de que la vida comienza en la concepción y requiere toda la protección de que gozamos cualquiera de nosotros”. Po­drá entonces usted preguntarse por qué, a pesar de la evidencia científica, hay médicos que insisten en el aborto. La respuesta la da el mismo Nathanson: “es cuestión de aritmética: a 300 dólares cada aborto, 1.550.000 abortos en los Estados Unidos implican una industria que produce 500 millones de dólares anualmente, de los cuales, la mayor parte va al bolsillo de los doctores que practican el aborto”.

Si usted está atento a lo que está pasando en Chile, podrá darse cuenta que se están repitiendo los mismos pasos. Si a ello agregamos un caso clamoroso y sufrido de una pobre niña embarazada en situaciones escabrosas, el cuadro está completo.