Cualquier parecido con nuestra realidad es pura coincidencia

Me han hecho llegar una parte del discurso del nuevo presidente francés, Sarkozy, al asumir el poder en su país. Es el nuevo presidente de Francia que se dirige a los franceses y, por lo mismo, parece obvio decirlo, se refiere a la realidad francesa; pero como durante muchos años Francia fue gobernada por la izquier­da, la sintonía con los males que ese discurso pone en evidencia es bastante grande. Se trata de párrafos que no tienen desperdicio y es por eso que he querido compartirlo con ustedes. A partir de aquí abro comillas:

"Hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de los intelec­tuales progresistas. El pensamiento único del que lo sabe todo y que condena la política mientras la practica. No vamos a permitir mercantilizar el mundo en el que no quede lugar para la cultura: desde 1968 no se podía hablar de moral. Nos habían impuesto el relativismo. La idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maes­tro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes. Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado. Que no había nada sagrado, nada admirable. “Era el eslogan de mayo del 68 pintado en las paredes de la Universidad de la Sorbona: Vivir sin obligaciones y gozar sin trabas'.

“Quisieron terminar con la escuela de excelencia y del civismo. Asesinaron los escrúpulos y la ética. Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonadas a los grandes direc­tivos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor. Esa iz­quierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado gusto al poder.

“La crisis de la cultura del trabajo es una crisis moral. Voy a rehabilitar el trabajo. Dejaron sin poder a las fuerzas del orden y crearon una frase: se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud'. Los vándalos son buenos y la policía es mala. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente inocente.

“Defienden los servicios públicos, pero jamás usan un trans­porte colectivo. Aman tanto la escuela pública, pero sus hijos estudian en colegios privados. Dicen adorar la periferia y jamás viven en ella. Firman peticiones cuando se expulsa a quien ha ocupado terrenos por la fuerza, pero no aceptan que se instalen en sus casas.

"Esa izquierda que desde mayo del 68 ha renunciado al mérito y al esfuerzo, que atiza el odio a la familia, a la sociedad y a la República. Esto no puede ser perpetuado en un país como Francia y por eso estoy aquí. No podemos inventar impuestos para estimular al que cobra del Estado sin trabajar. Quiero crear una ciudadanía de deberes. Primero los deberes, luego los derechos".

Aquí cierro las comillas. En un mundo cada vez más globalizado las cosas buenas lo son en todas partes, pero también las cosas menos buenas son menos buenas en todas partes. En todo caso, si hubiera que poner un título a este editorial, habría que llamarlo algo así como "cualquier parecido con nuestra realidad es pura coincidencia”.