Un llamamiento a las armas

Un número importante de mis auditores ha visto la película “La pasión de Cristo" de Mel Gibson, una película que, bien puede decirse, ha permitido ver en vivo y en directo la pa­sión de Jesús. El actor que encarna al Señor se llama Jim Cazievel, nombre cuya abreviatura, por una curiosa casualidad, es JC, la misma que suele usarse para abreviar el nombre de Jesucristo. Cuando a este joven actor le ofrecieron el papel de Jesús en la película, aceptó sin dudar y mantuvo su decisión cuando le ad­virtieron que, de aceptar el papel que se le ofrecía, podía ser el final de su carrera en Hollywood. El actor vivió un tiempo de oración intensa y ofreció su trabajo por la conversión del mundo. Como él mismo lo reconoció, “no espero que la gente me vea a mí, sólo deben ver a Jesús; eso es lo que pido. He rezado el rosario incesantemente para que Nuestra Señora me guíe hasta su Hijo y me haga parecerme a Él".

La exigencia física en el rodaje fue constante, sobre todo en los pasajes del Via Crucis. Se le dislocó el hombro mientras cargaba la cruz, produciéndosele una herida similar a la que se produjo a Jesús en el Calvario. Mientras se filmaba la escena de los azotes, fue golpeado dos veces por los latigazos, escapándosele al actor, como lo ha reconocido, alguna expresión poco amable por ello. Mientras cargaba la cruz recibió varios golpes, y no pudo dejarla aunque era muy pesada, porque no había tiempo para descansar. Una vez en la cruz, tuvo que experimentar la sensación de estar muriendo en la cruz; sobre ella estaba congelándose, al punto que no podía controlar sus manos que, de frío, temblaban incon­troladamente. Además, "cuando me tenían en la cruz, ha dicho, el dolor de mis hombros estaba simplemente matándome”. Por si esto fuera poco, mientras rodaba la escena del sermón de la montaña recibió la descarga de un rayo de la cual salió ileso para asombro de los presentes.

Aparte de estas “coincidencias”, para el actor este papel fue una experiencia religiosa profunda. Asistió a Misa todos los días, lo que le pidió a Mel Gibson antes de empezar la filmación. Se confesó con frecuencia y oraba largos ratos inspirándose en los es­critos de santos como san Francisco de Asís, santa María Goretti, san Antonio de Padua y el santo Padre Pío, entre otros. Todo ello para asumir con la mayor seriedad el papel que representaba.

Por eso que dirigiéndose a una multitud de 20 mil católicos reunidos hace algunos meses en el 8º Congreso Eucarístico de la Archidiócesis de Atlanta, el actor confesaba el impacto que en él había producido el hecho de que mientras rodaba la película en el pueblo italiano de Sassi di Mattera, en Italia, muchos vecinos que asistían a la filmación, cuando lo veían, se santiguaban murmurando “Querido Jesús”, “Dulce Jesús”. “Esto me evidenció que yo era otro Cristo, que debía ser Cristo para las demás personas... creo que todos los católicos somos un modelo y debemos vivir testimoniando a Jesús, mostrando nuestra fe en la vida pública”, afirmó. Ante el aplauso de la concurrencia Cazievel concluyó con estas palabras: “Éste es un llamamiento a las armas, hermanos y hermanas católicos. Un llamamiento a las armas del amor y del coraje para expresar radicalmente nuestra fe en público, para anunciar a Jesucristo con fuerza, sin temor, para combatir con fortaleza los males de este mundo”.

¿Qué le parece? Un llamamiento a las armas, pero del amor y del coraje para expresar nuestra fe en público. Los laicos somos un gigante dormido capaz de hacer enormes cosas si nos las proponemos. Pero para ello necesitamos tomar las armas del amor y del coraje para combatir con fuerza los males de este mundo. Usted que me escucha, ¿está dispuesto a hacerlo?