Niños esclavos en China

No es ninguna novedad hablar del gigante chino. El desper­tar económico de la República Popular China entusiasma a muchos, que dejando de lado sus discursos a favor de los dere­chos humanos, corren a celebrar tratados que llenan sus bolsillos. Lo que no suele decirse, sin embargo, por no ser "políticamente correcto”, es que detrás de ese despertar hay una sistemática e inescrupulosa violación de los derechos humanos, amparada por el régimen comunista gobernante, que llega, incluso, a la escla­vitud.

Cuando uno habla de esclavitud de inmediato se recuerda de los esclavos del viejo imperio romano o de los grandes imperios coloniales occidentales como Inglaterra o Bélgica y, acaso, de los esclavos negros de los Estados Unidos. Pero todas ellas son realidades pasadas y difícilmente aceptamos que metidos ya en el siglo XXI pueda todavía hablarse de esclavitud. Pero la prensa occidental anunciaba hace pocas semanas con llamativos titulares y dramáticas fotos la reciente liberación, en China, de miles de esclavos niños.

Se calculan en miles los niños chinos reducidos a esclavitud y obligados a trabajar en condiciones infrahumanas. El descubri­miento, hace pocas semanas, de 30 niños esclavos ha permitido conocer una realidad inesperada y dramática. A partir de ese des­cubrimiento empezaron a sucederse las denuncias de las familias a través de órganos de prensa y de Internet, que han llevado a las autoridades comunistas, campeonas de los derechos humanos hacia el exterior, a enfrentarse a un tema por ellas conocido, pero del que hacían la vista gorda.

Los pequeños son obligados a trabajar gratis en turnos de hasta 15 horas diarias, o sea, por ejemplo, desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche, en fábricas de ladrillos y minería secun­daria, controlados por guardias que los azotan sin piedad si no trabajan con el empeño requerido. Uno de los niños rescatados contó que uno de sus pequeños compañeros murió a causa de los azotes. Por la noche, perros feroces vigilan a estos pequeños es­clavos agolpados en locales repletos sin las más elementales con­diciones de higiene, para impedir la fuga.

La proveniencia de estos jóvenes esclavos es, por lo general, de la China profunda, de la China interior, donde los campos se han ido despoblando por no haber trabajos remunerados y por las duras condiciones de vida. Se trata de niños o jóvenes raptados en los pueblos o durante las peregrinaciones de las familias a las ciudades en busca de mejores oportunidades. Son secuestrados por delincuentes sin escrúpulos que los venden por el equivalente a $ 35.000.

El tráfico de menores está llegando a ser un verdadero problema en China, agravado por la política del hijo único que obliga a los padres a esconder el nacimiento de otros hijos, haciéndoles invisibles a las autoridades, pero no a los traficantes de esclavos que actúan amparados por la policía china y las autoridades comunistas locales.

¿Qué puede hacer usted o yo para reaccionar frente a una práctica que causa ira y dolor? Muy simple. Cuando compre algo fíjese si está producido en China; si lo está, déjelo en la estantería y busque una alternativa, rece por esos niños esclavos que quizá lo hayan producido porque lo obligaban a ello y dé gracias a Dios por haber nacido en Chile.