El año pasado de 2010 en Austria hubo 88.000 católicos que dejaron oficialmente la Iglesia católica. El año anterior, 53.000 austríacos habían tomado la misma decisión. Estas cifras, a decir verdad, se esperaban, especialmente después de los escándalos de pedofilia que también afectaron a ese país, como ha sucedido con otros y de los que nosotros tampoco nos hemos escapado. El escándalo, desafortunadamente, no es algo nuevo para la Iglesia, pues ha habido épocas en que la Iglesia ha estado mucho peor que ahora. Sin embargo, en cada una de esas épocas, cuando la Iglesia ha estado en situaciones de crisis profunda, Dios ha suscitado a grandes santos en su interior, que la llevaron de regreso a su verdadera misión. Es como si en esos momentos de oscuridad, la luz de Cristo brillara con mayor intensidad.
Uno de esos santos fue san Francisco de Sales, a quien Dios hizo surgir en los momentos difíciles del quiebre protagonizado por Martín Lutero que dio origen al protestantismo. Era una época difícil para la Iglesia, en que no pocos de sus ministros mantenían concubinas para escándalo de los fieles. Un día le preguntaron cuál era su postura en relación al escándalo que causaban algunos de sus hermanos sacerdotes y su respuesta tiene aún hoy una extraordinaria actualidad: “aquellos que cometen ese tipo de escándalos son culpables del equivalente espiritual a un asesinato, destruyendo la fe de otras personas en Dios con su pésimo ejemplo”. Pero de inmediato agregó lo siguiente: “pero mientras aquellos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, lo que acogen el escándalo y permiten que el escándalo destruya su fe, son culpables de suicidio espiritual, son culpables de cortar de tajo su vida con Cristo, abandonando la fuente de vida en los sacramentos, especialmente la Eucaristía”.
¿Cuál ha de ser entonces nuestra actitud frente a lo que pasa en la Iglesia? Hay que tener claro que toda crisis que enfrenta la Iglesia es una crisis de santidad. Si hay crisis en ella es porque quienes formamos la Iglesia no estamos dando la altura que nos piden los tiempos en que vivimos. ¿Los sacerdotes tienen que ser más santos? Eso es evidente. ¿Los religiosos y las monjitas tienen que ser más santos? Eso es igualmente evidente. Pero es que también usted y yo tenemos que ser más santos, porque usted y yo somos tan iglesia como los curitas y las monjitas.
Son tiempos duros para ser católicos hoy. Pero es un tiempo fantástico para serlo porque es un tiempo en el que Dios necesita realmente de nosotros, de usted y de mí, para mostrar su verdadero rostro. Es muy fácil ser católico cuando todo anda bien y la Iglesia es alabada y aplaudida. Pero hasta los cadáveres pueden flotar corriente abajo. En cambio se necesita de verdaderos hombres y de verdaderas mujeres para mantenerse a flote y nadar contra la corriente de las críticas. Este es uno de los grandes tiempos en la historia de la Iglesia para ser católicos. Los escándalos que sacuden a la Iglesia pueden conducirlo por el camino del suicidio espiritual o pueden inspirar en usted la decisión de ser santo para que usted, con su vida, glorifique a Dios y otros, a través de usted, puedan encontrar el amor y la salvación que Cristo les ofrece. Él, a pesar de la tormenta, sigue en la barca y estará con nosotros hasta el final de los tiempos. Son tiempos recios, es cierto, pero tiempos para que los hombres y las mujeres nos pongamos de pie, éste es tiempo de santos. ¿Cómo va a responder usted?