Chile es un país mayoritariamente católico. Al menos es así sociológicamente; otra cosa es que esa mayoría católica sea consecuente con su fe en su vida cotidiana. El hecho es que, como somos mayoritariamente católicos, por lo general no es frecuente ver que haya conversiones al catolicismo. De hecho las hay, pero no son masivas y las más de las veces pasan desapercibidas. En otras partes, en cambio, donde el catolicismo es más bien minoritario, esas conversiones son más frecuentes y son más notorias, especialmente cuando quien se convierte es un hombre público. Pocos días antes de la recién pasada Navidad de 2007, el antiguo primer ministro británico, Tony Blair, fue acogido en la Iglesia católica en una ceremonia privada. Tony Blair había nacido en el seno de la Iglesia anglicana, pero desde hacía tiempo había venido acercándose a la Iglesia católica. Según comentó el cardenal Cormac Murphy, durante mucho tiempo Tony Blair participó regularmente en Misa con su familia y en los últimos meses había seguido un programa de formación para prepararse a la recepción en la plena comunión con la Iglesia. La Santa Sede acogió “con respeto” este hecho y el primado de la Iglesia anglicana, la iglesia que Blair ha dejado, le deseó todo bien en su camino espiritual.
Más radical ha sido otra conversión, la de Mercedes Aroz, la senadora más votada en la historia de España. Fue elegida en representación de los socialistas catalanes y lo fue con más de un millón y medio de votos, ostentando el record absoluto de una persona, hombre o mujer, elegida para representar a los ciudadanos en la cámara alta. Doña Mercedes fue marxista ortodoxa durante décadas y en 1976 se afilió al Partido Socialista Obrero Español, siendo dirigente durante largos años. Su conversión ha sido una conversión radical no de esas de todo vale y nada cambia, sino que, por el contrario, a partir de ahora todo cambia. Tanto así, que incluso ha dejado su escaño de senadora. Según ella “mi actual compromiso cristiano me ha llevado a discrepar con determinadas leyes del gobierno que chocan frontalmente con la ética cristiana, como la regulación dada a la unión homosexual o la investigación con embriones y que en conciencia no he podido apoyar”. Su conversión ha sido un largo itinerario de maduración en su fe, pues desde hacía años que se estaba acercando a la fe cristiana.
Dos conversiones al catolicismo que salen de lo común, pues sus protagonistas son, sin lugar a dudas, en sus respectivos países, dirigentes al más alto nivel. No se trata, entonces de caprichos sino de decisiones maduradas. Cabe, entonces preguntarse el porqué de estas conversiones. ¿Hay algo en el catolicismo que resulta atrayente para quienes nos miran desde afuera y que nosotros, que estamos adentro, por la fuerza del acostumbramiento no somos capaces de advertir? La respuesta nos la ha dado la propia Mercedes Aroz: “He querido hacer pública mi conversión para subrayar la convicción de que la Iglesia católica tiene mucho que decir a los hombre y mujeres de nuestro tiempo, porque hay algo más que la razón y la ciencia. A través de la fe cristiana se alcanza a comprender plenamente la propia identidad como ser humano y el sentido de la vida”.
Dos conversiones al más alto nivel. Pero también las ha habido a niveles menos altos y no por ello menos valiosos: hace pocas semanas atrás, un sacerdote ortodoxo de Rumania se hizo católico junto a toda su parroquia. El proceso estuvo lleno de dificultades y contrariedades, pero, con tesón siguieron adelante hasta la plena acogida en la Iglesia católica. Unos y otros son nuestros nuevos hermanos en la fe. Con su conversión nos dan un nuevo empuje para reencantarnos con nuestra fe, esa fe que profesamos hace ya tiempo y que quizá por rutina y acostumbramiento vivimos hoy con una gran mediocridad.