Yo fui masón

Hace algunos meses ha sido publicado en español con el tí­tulo "Yo fui masón" un libro en el que un francés, Maurice Caillet, venerable de una logia francesa durante 15 años, desvela secretos de la masonería francesa y cuenta su conversión al catolicismo. Rituales, normas de funcionamiento interno, juramentos y la influencia en la política de esta organización secreta salen ahora a la luz, en particular las implicaciones del juramento que obliga a defender a otros "hermanos” masones.

El autor nació en Burdeos, Francia, en 1933, se tituló de médico y se especializó en ginecología y urología, practicó abortos y esterilizaciones antes y después de que gozasen del amparo legal en su país. Fue miembro del partido socialista francés y llegó a alcanzar cargos de relevancia en la administración sanitaria.

Cuenta en su libro que la masonería fue determinante en la introducción del aborto en Francia en 1974. Los políticos estaban bien rodeados de lo que los masones llamaban sus “hermanos tres puntos” y el proyecto de ley sobre el aborto se elaboró con rapidez. Adoptada la ley por el consejo de ministros en el mes de noviembre, fue votada en el parlamento en el mes de diciembre. Los diputados y senadores masones de derecha y de izquierda votaron como un solo hombre.

Según el ex masón, la masonería en todas sus obediencias propone una filosofía humanista, preocupada ante todo por el hombre y consagrada a la búsqueda de la verdad, aun afirmando que ésta es inaccesible. Rechaza todo dogma y sostiene un relativismo que coloca a todas las religiones en un mismo plano lo que deriva en un relativismo moral, pues ninguna norma moral tiene en sí misma un origen divino y, en consecuencia, definitivo. Su moral evoluciona en función del consenso de las sociedades. Pero, a pesar de este relativismo religioso, en la logia en la que participó por más de 15 años había una animosidad particular contra la autoridad papal y contra los dogmas de la Iglesia católica.

En otra parte de su libro comenta la obligatoriedad que tie­nen los masones de ayudarse mutuamente y los beneficios que él mismo recibió en situaciones personales, los que, de no haber sido masón, no habría recibido. Pero también comenta, y no deja de sorprender, lo que puede llegar a pasar cuando se deja la logia. Cuando se bautizó en la Iglesia católica fue despedido del trabajo que realizaba en la administración estatal, cargo que había reci­bido por ser masón; como consideró que el despido era injusto y arbitrario, empezó a pleitear, pero, y leo a la letra, “recibí la visita de un 'hermano' de la gran logia de Francia, catedrático y secretario general de Fuerza Obrera, quien me dijo con la mayor frialdad que si pleiteaba ante la magistratura laboral ponía en pe­ligro mi vida y él no podría hacer nada para protegerme. Nunca imaginé estar amenazado de muerte por conocidos y honorables masones de nuestra ciudad".

Su conversión se produjo en Lourdes, donde había acudido con su esposa que se encontraba enferma. Mientras ella estaba en la piscina, el frío lo obligó a refugiarse en la cripta donde asistió a la primera Misa de su vida. Cuando el sacerdote leyó el Evangelio, leyó esas palabras de Jesús "pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá". Al escucharlas pensó que había acudido a pedir la curación de su esposa pero él no ofrecía nada a cambio. Y ofreció en ese momento lo único que tenía, él mismo. Al final de la Misa acudió a la sacristía y pidió el bautismo. El sacerdote, estupefacto cuando le contó su pertenencia masónica y sus prácticas ocultistas, le dijo que se presentara ante el Obispo.

Y ese fue el inicio de su itinerario espiritual. ¿Se acuerda cuando Jesús dijo que hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por cien justos que se salvan? Es seguro, entonces, que en el cielo hubo una inmensa alegría.