Matrimonio heterosexual

No hay que ser muy agudos para darse cuenta que la cultura judeo-cristiana que ha inspirado al mundo occidental en los últimos dos mil años, está recibiendo un ataque formidable, como pocas veces se ha visto en la historia. No se salva nada de lo que pueda tener vestigios cristiano y, por lo mismo, el matrimonio ha sido una de las instituciones que viene recibiendo, desde hace tiempo, los embates de la cultura del relativismo como la han denominado los últimos dos Pontífices. Y el ataque ha consistido en eliminar la heterosexualidad que, desde siempre, ha sido un elemento esencial de la institución. Y digo desde siempre, porque el cristianismo no fue el “inventor” del matrimonio, sino que, como institución natural que es, existe desde que exis­ten hombres y mujeres en la tierra capaz de amarse y entregarse mutuamente en alianza irrevocable.

Los medios de comunicación son pródigos en las noticias acerca de las leyes que, en diversos países, han ido aceptando que personas del mismo sexo celebren “matrimonio”. Obedece todo ello a un muy bien planificado plan mediático que trata de im­presionar, poniendo de relieve a estas legislaciones, tratando de dar la impresión que estamos ante un hecho generalizado que na­die puede detener. ¿Pero es así realmente? ¿Qué dicen las cifras?

En Europa han legalizado el matrimonio homosexual los Países Bajos (2001), Bélgica (2003), España (2004), Noruega (2009), Suecia (2009) y Portugal (2010). Y no se crea que ha sido cosa fácil porque, por ejemplo, en España, fue aprobado con fuertes oposiciones por parte de los órganos jurídicos españoles de mayor relieve. La corriente mayoritaria, sin embargo, se ha orientado en conceder efectos, especialmente patrimoniales, a dichas uniones, pero no a permitirles el “matrimonio”. Más aún, se ha producido en los demás países el efecto contrario de empezar a “blindar” el matrimonio, modificando las Constituciones Políticas a efectos de constitucionalizar la heterosexualidad del matrimonio, tendencia que se ha ido produciendo especialmente en los países de Europa del Este, los mismos que lucharon por su libertad eliminando al comunismo y al socialismo de sus institu­ciones. Y no se crea que prohibir los matrimonios entre personas del mismo sexo atenta contra la igualdad constitucional como algunos han pretendido, pues en Francia, en febrero de este mis­mo año 2011 el Consejo Constitucional francés consideró que la prohibición del matrimonio homosexual es conforme a la Cons­titución francesa.

En América, el Estado de Ciudad de México, recuérdese que México es un Estado federal, aprobó el matrimonio homosexual, pero de inmediato otros Estados de México, en concreto Jalis­co, Morelos, Sonora, Tlaxcala y Guanajuato plantearon ante la Corte Suprema cuestión de inconstitucionalidad y como el alto tribunal los declaró constitucionales, sin imponerlo, eso sí, a los demás Estados, de inmediato el estado de Baja California modi­ficó su Constitución definiendo el matrimonio exclusivamente como “la unión entre un hombre y una mujer”. Y en Estados Unidos de Norteamérica, sólo siete Estados han permitido este matrimonio, el último de los cuales ha sido el Estado de Nueva York, en tanto que más de 20 Estados han cambiado sus cons­tituciones para definir el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer.

En suma, de 192 países reconocidos por las Naciones Unidas, más 10 de facto que no están integrados en dicho organismo internacional, o sea, de 202 países, tan sólo 10, más el Estado federado de Ciudad de México y siete Estados federados de Es­tados Unidos de Norteamérica reconocen el matrimonio homo­sexual. No hay ningún Estado asiático que lo haya reconocido y tampoco africano, con la excepción de Sudáfrica, y sólo uno latinoamericano. Es decir, en la inmensa mayoría de las naciones sigue prevaleciendo el sentido común el que, es de esperar, tam­bién prevalezca en nuestra patria.