Solos y tristes en casa

Un reciente libro publicado en los Estados Unidos estudia el tema de los niños y los jóvenes norteamericanos y el im­pacto que en ellos tiene la ausencia de sus padres. Aunque lo analizado es la situación norteamericana, algunas de sus adver­tencias son plenamente aplicables a nosotros, por lo que resulta de especial interés poner atención en ellas. Según la autora de este libro, en los últimos años se ha dado un experimento histórica­mente sin precedentes al separar al niño de su familia, fenómeno que no solo se da en Estados Unidos, sino que también se está dando en Chile. Dos serían las principales causas de estos hogares sin padres: por una parte, la explosión de divorcios y el número de niños nacidos de padres solteros, y, por otra, la ausencia de la madre que tiene que trabajar. Hay todavía un tercer factor, si bien de menor incidencia, cual es la ausencia de los abuelos. En los últimos años, los niños pasan cada vez menos tiempo en compañía de sus padres y al mismo tiempo se han reducido mu­chas de sus cuotas de bienestar. ¿Es una coincidencia casual? Por supuesto que no.

Se describe en el libro el tema de las guarderías infantiles. Es claro, por de pronto, que los bebés confiados al cuidado de las guarderías son, con mucho, más susceptibles de caer enfermos al estar expuestos a los virus contagiosos de los demás niños. Está igualmente documentado el aumento de la agresividad entre niños que son dejados en centros de cuidado infantil. Pero, lo que es peor, es que deshacerse del cuidado diario de los niños, sobre todo, los hace infelices; y los padres que justifican el dejarlos en guarderías, terminan por ser menos sensibles a las necesidades de sus hijos.

Además, aumenta la violencia de los adolescentes. Usted que me está escuchando recordará los violentos incidentes produci­dos en algunas escuelas norteamericanas en los últimos años que la televisión nos mostró con lujo de detalles, como los asesinatos de 1999 en el Instituto Columbine, o los ataques del francotira­dor en los alrededores de Washington en el año 2003. Pues bien, en todos ellos estuvieron implicados adolescentes que habían pa­sado la mayor parte de su tiempo sin contacto alguno con sus padres.

Es cierto que tener unos padres atentos de sus hijos no es ga­rantía absoluta de buen comportamiento de estos, pero el no te­ner a los padres puede dar un resultado desastroso. De hecho, las estadísticas muestran sin lugar a dudas el aumento dramático del consumo de drogas, de suicidios y de comportamientos violentos en la juventud, y es la ausencia de los padres una de las princi­pales causas. Agreguemos a ello la temprana iniciación sexual y la promiscuidad, con las nefastas consecuencias, no sólo por el sida, sino por el impacto para el equilibrio de la afectividad; o el aumento de niños y adolescentes a los que se han diagnosticado desórdenes mentales. Hoy es un factor diario en la vida de muchas familias norteamericanas tener que tratar el desorden de falta de atención, de hiperactividad, de compulsiones obsesivas de sus niños o adolescentes, a los que se responde con medicamentos como el Ritalín o el Prozac que, para peor, traen consigo una serie de efectos secundarios.

Todo esto y mucho más que es recogido en este libro no es ciencia ficción, sino resultados objetivos de investigaciones cien­tíficas universitarias de indudable calidad, que tienen el mérito no sólo de describir situaciones familiares dolorosas, sino que apuntan también a las causas: una de ellas, de no menor importancia, es la ausencia de los padres. Tarea nuestra es tratar de evitar que ello ocurra en nuestras familias o, por lo menos, poner los medios para minimizar al mínimo los funestos efectos de la ausencia de los padres en el hogar.